Pedalea o revienta



Espera. No te vayas todavía. Sé que puede ser aburrido escucharme hablar de la bicicleta una vez más, pero no te contaré datos, potencias o velocidades, sino historias. Sólo quiero pedalear hasta que todo esto se acabe. Pedaleo porque quiero vivir cada día como si fuera el último. Tal vez allá de donde vienes las carreteras tengan otro color; las curvas se prodiguen más en los cuerpos que en las rutas; los ciclistas no sean la norma, sino la excepción... Pero escúchame, porque presiento que te va a gustar lo que cuento.

He pedaleado muchas veces por algunos de estos lugares, con amigos de otro espacio y tiempo. Épocas buenas que ya no volverán porque ellos ya están en otros espacios y en otros tiempos de la vida. No importa, yo seguiré aquí.


No me importa nada en estos momentos. Me encuentro mal y sólo quiero apreciar la naturaleza. La bicicleta nunca me falla, nunca falta a su cita,... Condensar todo lo que pasa por la cabeza en momentos así daría para un artículo mayor, pero tampoco busco aburrirte. Quiero que contemples que no hago algo intrascendente.

¿Qué es lo que se pasa por la cabeza para sacar una foto a esta velocidad? Que me da igual todo, que estoy vivo y que quería captar ese momento para condensaros en una sóla imagen la locura con la que pedaleo. Hacía tiempo que no me ocurría esto. Pedalea, revienta, se acabará el día, pero seguirá la noche. Mientras haya camino, no hay nada que temer.

La belleza no es patrimonio exclusivo de las mujeres. La carretera de este puerto realiza un trazado insinuante por la montaña que me tiene cautivado desde aquella primera vez (que lo ascendí, no pienses mal) hace ya algunos años.

Carreteras que se pierden en el horizonte. Hasta allá habra que llegar y aún tendremos que pedalear más y más. Tan duro y bello este deporte, tan agotador y contagioso. Es inexplicable.

El arte está en todas partes, y también en estas subidas y en estos puertos que no me canso de ascender. Pequeñas obras hechas con amor por un artista sin igual. Pero cuidarlas ya está en nuestras manos.

El cansancio y el sosiego en dos fotos. Largas rectas cuando el sol calienta más que en ninguna otra hora del día. Pero aquí los tiempos los marcas tú. Es la hora de reponerse.

Y volvamos a las montañas, a las trazadas inmensas de las carreteras. La vista se pierde en el infinito. Los números no importan, el dolor tampoco. Levantas la cabeza y ves todo esto.

Hago este gesto también en homenaje a un amigo. Allá donde está, a miles de kilómetros, seguro que se acuerda del día que nos perdimos por Asturias, otra vez más. Buenos tiempos que ojalá volvieran. Mientras, aquí seguiré esperando, siempre pedaleando.

Esta foto para que veas la sencillez de la belleza. Asfalto, unas pocas hojas, árboles, montañas... Detrás de mí, cómo no, la que siempre está presente: mi bicicleta.


.Fin del camino por hoy. Volvamos a casa.