Parece mentira que a estas alturas del año estemos aquí, hablando de una ruta de 247 kilómetros, de 3900 metros de desnivel, de 4 puertos grandes, de odiseas ciclistas, de cicloturismo de alta montaña... Porque el año había empezado al revés, a mucha distancia de los verdaderos amigos. Era difícil pensar que todo diera un giro tan radical... Pero sólo tres meses después seguimos desafiándonos y "compitiendo contra nosotros mismos". Porque esa es la verdadera competición que busco (yo al menos): llegar a los límites físicos. De momento, de esa batalla de 11 horas y media de pedaleo hemos salido más que victoriosos. Repito, a mí no me interesa lo más mínimo competir contra otra gente. Sólo salgo en bici a disfrutar cada día, no a prepararme para un día determinado. La diferencia es sustancial... Competir es intentar derrotar a otros; nuestro cicloturismo es intentar superarnos a nosotros mismos. Ya he pasado por la competición y no la echo de menos... Más bien me frustra pensar en ello...


17 de abril de 2011. Son las 7 y media de la mañana y se ven a unos pocos que aún no han acabado el día 16. Desconozco si será su día grande, pero para mí hoy, el 17, sí lo va a ser. Cargo la bici en coche y me voy a la Cuenca amiga, amiga, sobre todo, porque allí están dos grandes amigos con los que he planificado hacer una ruta dantesca de puertos, de kilómetros, de sudores, de paisajes, de desniveles, de belleza, de dureza, de... cicloturismo, al fin y al cabo. Suena Nessun Dorma, suena Iron Maiden, suena todo lo que puede potenciar aún más... Allí, en el polideportivo de El Entrego, punto de partida de tantas otras rutas y también de ésta, me espera Elgolfor. A las 8 de la mañana nos ponemos en marcha en busca de Blimea, el pueblo del otro gigante de la ruta: Lago. Los primeros kilómetros transcurren con la lectura del parte de temperaturas por parte de Elgolfor: ahora 6,3º; ahora 6º; ahora 5,8º; ahora... Lo siento, me da igual, hoy llevo la ropa de verano. Ya está bien de pasar calor, de ir ahogado en las rutas. Necesito respirar a pleno pulmón y para ello nada mejor que el mismo uniforme de aquella "machada" con Carlos-BI en octubre, de aquella Ruta Madre (del día de Asturias), de la Borrachera de Subidas de junio... Esta ropa debe tener algo porque me insufla aún más fuerzas, sobre todo, para superar el frío que hace esta mañana: 5º según la última lectura de Elgolfor.



En Tarna ya sale el sol, es hora de ir entrando en calor, de sumar desnivel,... Un puerto larguísimo, bellísimo, y que, como tantas otras veces, desgasta en demasía. Es fácil embellecer las fotos en una ascensión como ésta. El telón de fondo de cada imagen es mejor que el de la anterior. Las discusiones giran, tras hablar brevemente sobre "barsas", "madrices" y otras cosas, en torno a la conveniencia de su inclusión en ese juego, desafío o competición sin competición denominada Reto CIMA. Nuestra respuesta es unánime: esta subida tiene más categoría que otros puertos más duros y de más renombre, por lo que plantearse su supresión es algo ilógico. Aunque en un mundo tan ilógico puede pasar cualquier cosa... Pero nosotros, este grupo de amigos de los puertos, te lo recomendamos.


Y entramos en León, no sé si solo o con Castilla, y cambiamos de región. Es la única variación, porque el paisaje sigue siendo cautivador, verdísimo, montañoso,... Ahora rodamos con velocidad en busca de aumentar nuestra media que ha quedado muy lastrada tras ascender a ese "fácil" paso de montaña donde nace el Nalón. Vamos en busca del puerto de Panderrueda, de Posada de Valdeón, del Cares, de Caín, de los Picos de Europa... De la Cuenca Minera del Nalón a los Picos de Europa. Parece el título de una película, pero no, es el título de la primera parte de este largo viaje en bicicleta.






Cuesta culminar Panderrueda porque es de esos puertos que, sin ser duros, parecen no acabar nunca, ya sea porque nunca encuentras el desarrollo adecuado, ya sea porque los kilómetros van haciendo mella en las piernas. La foto en la cima, como en el anterior, es cita obligada, antes de emprender viaje hacia las profundidades del valle del Cares. Las bajadas, los repechos salvajes, el asfalto irregular, los animales en medio de la carretera, los otros animales al volante... Son muchas las pequeñas historias que se entrelazan en esos escasos 20 kilómetros hasta llegar a Caín. Y allí, completamente al fondo, donde la carretera finaliza, damos vuelta, para ascender a ese cielo denominado puerto de Pandetrave, una de las ascensiones más duras que existen en la Cordillera Cantábrica. Pero en mitad del camino, en el ecuador de la ascensión, es el momento de parar a reponer fuerzas. Nosotros no somos máquinas que tienen como obsesión pulverizar algún registro. Nosotros sólo pedaleamos para disfrutar de esto que muchos llaman cicloturismo, pero que muy pocos, en realidad, lo practican. Y para seguir sumando kilómetros no queda otra alternativa que "llenar el depósito" con comida. Es algo tan simple como eso... Sin embargo, cuando está "rebosante" (el depósito) es difícil afrontar rampas del 15%, que es lo que encontramos en la segunda mitad de Pandetrave...


 

El telón de fondo ahora es magnífico. Hace unos cuantos meses, con Danich, ya tuve ocasión de comprobarlo: Pandetrave tiene un cuadro de fondo... Ascenderlo fotografiando es como pintar un Picasso. Quizá exagere, pero os invito a ir para ver si tengo razón o no. Las instantáneas, al igual que antes, en Tarna, vuelven a ser fantásticas. Pedalear así se hace fácil a pesar de llevar más de 130 kilómetros en las piernas y tener la certeza de que aún quedan más de 100...


Y llegamos al clímax de esta película de cicloturismo que os estoy regalando: el embalse de Riaño. Quizá dicho así pueda parecer ridículo, pero rodar aquí es cómo ir en la "autopista hacia el cielo"... Con el "mar de León", las montañas de fondo, el cielo casi azul en contraste con más verdes praderas... Se hace complicado encontrar más palabras que describan tanta belleza. Mejor observar con calma las imágenes, que dan una leve descripción de lo que nos pasó por la cabeza en el momento en el que pedaleábamos por tan extraordinario lugar.




Volvemos a Tarna, en busca de Asturias, de donde salimos hace ya varias horas. Y aunque la ascensión es sencilla las fuerzas ya no son las mismas que al principio. Cualquier pequeño repecho parece el Angliru... A las 7 de la tarde culminamos el puerto y llega el momento tenso de la jornada, aquel en el que nos jugamos llegar aún de día o de noche. Se me rompe un radio y la rueda de atrás va como un "8". ¡Maldita sea! ¿qué? No, lo siento, no digo eso... Suelto un "mecag...". Tras "pedalear en poesía" durante 9 horas y media llega el momento de mover con rabia las bielas. La noche se echa encima y sólo queda pedalear con locura durante los más de 50 kilómetros que restan hasta El Entrego.



Son más de las 9 de la tarde-noche cuando llegamos, de nuevo, al polideportivo de El Entrego. Lago hace un rato que se ha quedado en su Blimea y saborea esta jornada más que épica para el Grupo Astur de los Puertos. 11 horas y 35 minutos de pedaleo, 247 kilómetros, 3900 metros de desnivel acumulado, 4 puertos, 2 provincias, paisajes y más bellos paisajes, belleza y más belleza, cicloturismo y más cicloturismo, amigos y más grandes amigos,...


Esto es, en fin, el verdadero cicloturismo de alta montaña.