ODISEA EN GUADARRAMA

Por varias razones, este año es diferente mi relación con la bicicleta. El tiempo de práctica ha menguado, pero ello me hace disfrutarla aún más, sobre todo cuando planeo rutas como la que os voy a comentar.

Tenía ganas ya de hacer muchos kilómetros y muchos metros de desnivel, porque las obligaciones, la meteorología y una parsimoniosa “preparación psicológica” este 2013 (me sigo diciendo que el año es muy largo) me han hecho disminuir los kilómetros respecto, sobre todo, al año pasado, el año en que llegué a los 72 kgs, 8 menos que ahora mismo. Eso del estado de forma, de las pulsaciones, de los entrenamientos sigue sin ir conmigo. Continúo sin prepararme para nada en específico, continúo siendo anárquico en mi relación con la bicicleta, continúo siendo impuntual en los retos. Sin embargo respeto a todo aquel que haga planificaciones, entrenamientos, series y demás. Todo es amor al ciclismo, y yo he escogido mi camino, tan lícito como los otros. He escogido el camino del alcohol, el sexo, el rock, el ciclismo y los puertos.

Tras esta divagación en la que he intentado atraer vuestra atención incrustando varias palabrejas que seguro que habéis leído un par de veces para encontrarle el sentido, pongamos los pies en el suelo, (bueno, mejor dicho, en los pedales), el maillot APM  y comencemos a hacer otra vez el "loco" por los puertos.

Pues bien, llego a Guadalix de la Sierra a las 9 y media pasadas, con la ruta aún definiéndose, porque he llegado a tal punto que me cuesta ya decidir lo que voy a hacer incluso horas antes. Lo que sí tenía claro es el primer puerto a ascender, que no es otro que Bustarviejo, una ascensión de desgaste, con algo más de 8 kilómetros, que encadena a la perfección con Canencia y Morcuera. ¿Bustarviejo-Morcuera-Cotos? ¿Bustarviejo-Canencia-Navafría? ¿Bustarviejo-Morcuera-Navafría? Demasiados interrogantes, así que pongámonos a dar pedales…


El bonito color de la sierra de Guadarrama. Soy un enamorado de la montaña, no lo puedo evitar.


La subida a Bustarviejo, un puerto que desconocía.

El paso por las calles de Bustarviejo, antes de coronar.

Y pedaleando me encuentro en Bustarviejo, y me gusta la subida, sobre todo para ir abriendo el apetito, para ir entrando en calor. Tiene algún tramo que se agarra (al 8-9%), pero permite respirar. Corono y por una carretera en perfecto estado me planto en Miraflores de la Sierra, donde decido continuar con Canencia, que por esta vertiente aún no lo había subido este año. Hay que ir guardando y disfrutando de la ruta y del paisaje. En poco más de 32 kilómetros acumulo ya unos 900 metros y dos puertos consecutivos, pero el “coco” viene después porque Navafría ya es otro cantar. Pero la ruta no es de pura alta montaña, sino de desgaste, de mucho desgaste, con toboganes continuos, como los que hay desde Canencia hasta Lozoya.

Ya con carteles indicadores de la pendiente en el puerto de Canencia.


Esto es el puerto de Canencia, el segundo del día.

¡Ay Navafría! Hacía 18 meses que no lo ascendía. Para mí un puerto especial, pues fue el último con mi antigua Bianchi. Allí, un día de octubre del año 2011 se me murió definitivamente una bicicleta a la que tenía un cariño muy especial. Me ha costado volver a pedalear por estas rampas, y eso que el año pasado me crucé varias veces por delante, pero nada. Navafría, puerto bastante duro, largo, se convierte en el tercero del día. El descenso, sombrío, frío, por una carretera con asfalto irregular, se convierte, sobre todo, en un recordatorio de aquel lejano día, pues fue la vertiente segoviana, el definitivo último puerto de aquella Bianchi. Hagamos kilómetros y dejémoslo atrás, necesito alejarme un poco de este recuerdo otra vez… Y la forma de hacer kilómetros fue a través de una carretera plena de toboganes de la que tanto me habían hablado, pues se utiliza en la popular “Perico”, donde se suben, bien en un orden, bien en otro, Navacerrada, Morcuera, Canencia y Navafría. Sin embargo yo incrusté este tramo en el medio, no al principio o al final, lo que se notará después…


El bello inicio de Navafría, en Lozoya.


Aquí, precisamente aquí, fue una foto que tiene un bello recuerdo para mí, con dos bicicletas, mí mítica Bianchi y la de mi colega Dani. El punto final fue aquí hace 18 meses...

Inmenso, gigante, el puerto de Navafría.

Dedicada a aquella mítica bicicleta azul celeste con la que tantas veces toqué el cielo. Eterna Bianchi...

La bajada por Segovia es otra cosa, aunque también espectacular...

Rumbo al tramo de toboganes...

Más de 25 kilómetros de viento, repechos, largas rectas...

Tras comer en La Granja afronto Navacerrada con más energías, pero las rampas, las revueltas, me cuestan, vaya si me cuestan. ¿Qué hacer en estos casos? Marcheta, subir piñones y tratar de llegar arriba poco a poco. Aquí no se trata de batir el record de escalada de ningún puerto, sino de llegar al coche antes de que oscurezca, y si regulas, llegas. Los cálculos salen, y corono Navacerrada, que es el cuarto del día, con más de 2700 metros acumulados.

Volvamos a la montaña y a los puertos.

Esto es Navacerrada por su mítica vertiente de las "siete revueltas".

Una de las famosas "revueltas".

Se intuye la Bola al fondo...

Y corono el cuarto del día. Esto prometía...


El tramo entre Navacerrada y Cotos, con la Bola dominante.

Tras ese pestoso tramo a más de 1800 metros de altitud entre Navacerrada y Cotos, me lanzo a por el descenso de éste… Pero a los 5 kilómetros, aproximadamente, llega la avería, un simple pinchazo, que, sobre todo, te parte esas ganas con las que pedaleas cuando sabes bien que sólo te queda un puerto para culminar lo que para ti es un “rutón”. Comienzo a sacar cosas de mi pequeña mochila con la que salgo a diario y… ¡Nooooooo! Había metido, incluso, una cubierta por si tenía algún previsto más de la cuenta, pero el tubo de pegamento se ha desparramado por toda la mochila, dejando pringosos la cartera, la llave de radios, el tronchacadenas. el chubasquero, los desmontables,… ¿Pero no tenía otra cámara por aquí? Había dejado dos en el coche, pues pensaba que estaban pinchadas. Al cúmulo de negatividades del momento se suma la malísima cobertura a esa altura del puerto. Trato de llamar a la novia, a algún taxi, pero ¿a cuál? Decido guardarlo todo y bajar caminando o montado en la bici a leve velocidad. Tras unos metros de descenso, en los que logro contactar por teléfono, me encuentro un ciclista que me deja una cámara. Mil excusas le suelto, pues mi fallo me enfada aún más conmigo mismo. Pero el ciclista arranca Cotos arriba y, cuando acabo de montar la rueda, hincho y… también pinchada por el lugar donde estaba previamente parcheada. A más de 40 kilómetros del coche, con el puerto de Morcuera por el medio, sin cobertura de móvil por momentos, sin nada para solucionar la avería la desesperación es total; el cabreo, monumental. Pero en una de esas zonas con cobertura logro contactar con mi novia, quien me envía un taxi. Tras descender casi todo Cotos aparece el taxi, salvador en esta ocasión…

A descender Cotos, en busca de Morcuera, pero...


Y aquí se me acabó una ruta que estaba disfrutando a lo grande. Fallos que no se pueden cometer...

Es la primera vez que me ocurre algo así, y, está claro que los descuidos se pagan. Fruto de la autoconfianza excesiva, en lugar de revisar el estado de los materiales, lo había dejado pasar. Pero esto no es una carrera, aquí no van a llegar los coches de equipo o de asistencia y te van a subir al coche. Sé que esta web la leen much@s ciclist@s, que se lanzan a hacer rutas por lugares encantadores, por puertos que elevan el cicloturismo a la categoría de arte, por carreteras de todo tipo, pero para disfrutarlo al máximo nunca debemos de olvidarnos de varios elementos fundamentales: las herramientas necesarias para solucionar o paliar cualquier avería, comida y bebida para evitar cualquier desfallecimiento, y, como no, el teléfono móvil.

El perfil de la ruta finalmente se me quedó "cojo"...

Un día para no olvidar, una lección a aprender.